El Puertito de la Cruz está en el extremo Suroeste de la isla de Fuerteventura, en Canarias. Al pueblito solamente se puede llegar tras recorrer unos 20 kilómetros de pista sin asfaltar, que parte del pueblo de Morrojable y que zigzaguea a través de un paisaje desierto y árido.
A unos pocos kilómetros se divisa uno de los ‘monumentos’ que podía haber llegado a ser uno de los iconos de la isla: un abandonado aerogenerador Vestas de unos 30 metros de altura, y que fue durante unos años parte fundamental de un sistema híbrido que, junto a unos generadores diesel, iba a proporcionar energía a un pueblito que prometía ser un centro turístico y exponente de la industria pesquera.
Tras adentrarnos en el pueblo, se descubren varios restaurantes y nosotros escogimos el último (una pequeña tasca), justo encima del acantilado, en unas mesas desde donde se observa toda la línea de costa. Allí te atiende una señora de esas que no tiene ninguna prisa en que te vayas pronto, que solamente quiere que lo que le pides esté rico, y a la que puedes ‘molestar’ en todo momento para que te aconseje.
Nosotros pedimos, para tres personas y como no nos decidíamos, dos raciones. Una de lapas a la plancha y otra de mejillones en mojo verde.
Finalmente, volvimos a molestar a la señora para que nos preparase una cazuela de caldo de pescado, no sin antes advertirnos de que tardaría «un rato». Y es que mientras esperas a esa cazuela puedes ver tranquilamente cómo, bajo tus pies y en el acantilado, un hombre trae del mar el pescado que te vas a comer mientras otro encala un mirador, o como una gaviota espera un despiste tuyo para llevarse un bocado.
La cazuela era el complemento perfecto a las dos raciones: dos toneladas de exquisito caldo de pescado recién traído a la cocina desde el mar, acompañado de patatas, el imprescindible gofio escaldado y el sabor de cilantro que siempre está presente en los platos de la isla de Fuerteventura.