«¡Enhorabuena, has sido admitido! Ahora, vete por ahí». En EEUU el año sabático («year off» o «gap year») está consiguiendo tanta popularidad que universidades como el prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology), Harvard o Princeton están adoptando formalmente políticas de aplazamiento de la admisión de sus alumnos. De esta manera, muchos jóvenes están tomando la decisión de viajar durante un año, por ejemplo a enseñar inglés en una pequeña comunidad de Vietnam, a echar una mano en la implantación de energía solar en una aldea de Kenya o ayudar en la reforestación de parte de la selva amazónica en Ecuador.
Según el ‘Higher Education Research Institute’ de la UCLA, un 1.2% de los alumnos admitidos en las Universidades estadounidenses postponen su primer año. Se trata de una cifra muy pequeña, pero se asegura que está creciendo a un ritmo constante durante los últimos años, tanto que en ese país se están popularizando las denominadas ‘Gap Year Fairs‘, ferias donde organizaciones intentan ayudar a los jóvenes a tomar una decisión sobre el destino que mejor se ajuste a sus inquietudes: solidaridad, impartir clases, crecimiento personal, asistir a cursos, simplemente viajar, …
Una generación de jóvenes de entre 18 y 30 años está viajando a otros países para reflexionar sobre su futuro, encontrarse a ellos mismos y decidir qué camino seguir a la vez que adquieren experiencia profesional, entienden cómo funciona nuestro planeta y comenzar a respetar las diferentes realidades, una cualidad que muchas veces es echada en falta de la sociedad estadounidense. Sin duda, es un año para aprenden de la experiencia de conocer otras culturas, de otras formas de ver el mundo, y tener la posibilidad de comenzar un nuevo proyecto a partir de todos estos conocimientos (no sería la primera vez que grandes iniciativas nacen durante o después de un año sabático).
Los estadounidenses no han sido los primeros seguidores del año sabático, y es que los jóvenes australianos, británicos o daneses llevan décadas recorriendo multitud de países para ampliar sus conocimientos y madurar antes de comenzar la Universidad. En nuestro país, el año sabático apenas tiene seguidores, y es que nuestro sistema educativo (basado en la obtención de un empleo y no de la formación de personas críticas y creativas) no deja lugar a «perder dinero» durante un año.
Y es que un año sabático puede llegar a costar entre 10.000 y 30.000 dólares, sobre todo teniendo en cuenta los gastos de los viajes y el alojamiento. Sin embargo, existen varias posibilidades de rebajar esta cantidad si se toma la decisión de obtener un trabajo remunerado en el lugar o lugares que visitemos, o tomando parte en un programa que nos facilite alojamiento y comida a cambio de nuestra colaboración y esfuerzo (aunque a veces haya que pagar,
Y ahí es donde entran en juego los sitios web que nos ayudan a localizar estos programas que nos permitan estar varios meses en ciertos lugares de planeta reduciendo los gastos, y que viven en el límite de los voluntariados y trabajos poco remunerados.
Sin duda, contar con un porcentaje de jóvenes que hayan viajado y trabajado antes de entrar en la Universidad es una riqueza para una sociedad, que contará con personas más maduras y con una alta capacidad de ver más puntos de vista.
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